Durante la comida, viendo las noticias, pude comprobar
que no te inmutabas al oír al presidente de la nación prometer diálogo tanto
con los sindicatos como con la oposición. También me pareció que permanecías
impasible al escuchar al concejal de turno decir que el autobús, en contra de
lo que se pensaba, no costaba más o que tener un aeropuerto, se usase o no, era
una excelente idea. Incluso, antes de sentarnos a la mesa, me comentaste que el
seguro no nos pagaría los destrozos en el tejado alegando que el viento, ése
que los periodistas no habían dudado en calificar de huracán, había sido en
realidad bien poca cosa.
Todo aquello me hizo pensar que era un buen momento;
por eso y porque he de cumplir por contrato con una cuota mínima, a los postres,
dije que te quería.