No lo vi venir, la verdad, pero todo
empezó con el niño, con ese recién nacido que encontré en la puerta de la
chabola. Nunca había visto algo tan bonito.
Fue buscando leche para alimentarle
que fui a ver a Paco, el de la cabra, para pedirle consejo y ayuda; y de
resultas de aquellas conversaciones acabé conociendo a Pedro, quien duerme ya
junto a mí y salta de la cama tan rápido como yo cuando el bebé llora o se
menea. Le encantan los niños, se ve a la legua, y a mí me gusta él, oírle cómo
canta una nana o cuenta al pequeño cómo no tardando estarán jugando juntos a la
pelota.
Mi vida ha cambiado totalmente en
apenas unos días. Ahora somos una familia y, siendo las fechas que son, pronto
vendrán los vecinos, ese trío de amigos que vive aquí al lado y que, en cuanto
te despistas, se arrancan con unas rumbas, han prometido traer algo para comer
y remojar la fiesta.
Fíjate tú, hasta a los animales les
veo bien, el gato ha empezado a ronronear y el perro no deja de mover la cola.