El planeta no podía darnos más. Nuestra subsistencia dependía de la habilidad de aquel robot, que a la vez nos salvaba y esclavizaba, que nos hacía sentir importantes y dependientes, insignificantes.
Habíamos nacido
sabiendo que nos acercábamos al fin y que nadie podría salvarnos; momento que
se hizo dolorosamente patente cuando, en vez de proporcionarnos el agua y
alimento que necesitábamos, el robot posó en nuestras manos aquella extraña y
única naranja mecánica que no nos servía para nada.
O sí y no sabíamos sacarle partido, no? A veces no vemos más allá de nuestro ombligo.
ResponderEliminarNo sé si lo he entendido bien, hoy estoy un poco espesa.
Besicos muchos.
Si no lo entiendes es que... puede que esté mal escrito. Gracias por visitar y comentar, eres increíble
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