12 de diciembre de 2016

Cena sorpresa

Ayer, cuando entré en casa, un aroma delicioso invadió mi pituitaria. Poco después encontré un rastro de extraños objetos y deliciosos regalos que me guiaba hacia el dormitorio, y no pude evitar sonreír con mi ya habitual media sonrisa. ¿No es curiosa la vida? Mi marido, el mismo del que había estado pensando separarme hace tan solo unas semanas, parecía haber preparado algo más que una cena. ¡Con todos los cambios que había sufrido el mundo que conocíamos, que habíamos sufrido nosotros mismos! Allí estábamos, contra todo pronóstico, juntos, una pareja feliz en una sociedad cada vez más desestructurada y fragmentada.
Me estaba acercando ya al dormitorio; incluso puede que, rodeada de aquel irresistible olor, hasta empezase a gemir un poco. Emocionada y feliz, deseando saber cuál era mi sorpresa, rompí la puerta de la habitación para comprobar que él había empezado a comer sin esperarme; sin embargo pronto descubrí que no había razones para un enfado, no cuando nuestra comida era la vecina del quinto, una jovencita  pechugona bastante fresca

6 comentarios:

  1. Buena elección, Torcuato. Rica rica.
    Sin embargo, te diré que la del trasero es muy parecida al jamón

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  2. ¡Dios mío! Creo que paso de cenar...

    Un abrazo.

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  3. A pesar de que el título avisaba, la sorpresa surge igual, en una cena aderezada con humor negro.
    Un abrazo, Luisa

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  4. Sorpresa sobre sorpresa. Muy ingenioso, me gustó.

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