Un niño dibujaba
en una hoja de papel un niño que, como él, dibujaba. Y, cuando las puntas de
los dos lápices coincidieron en el mismo punto, los dos niños, el real y el de
lápiz, pudieron mirarse. El que era de carne y hueso deseaba desaparecer; el
que estaba en el papel esperaba, al contrario, que no le borrasen. Fue un
instante mágico, un momento denso y largo, en el que los dos niños recluidos en
sus respectivos mundos se envidiaron; fue un segundo en el que todo pudo pasar
y sin embargo, no pasó nada. El niño real siguió dibujando, el niño de lápiz
fue terminado.
Unos meses después, la vida vino
dolorosamente a demostrar cuán duradera puede llegar a ser la unión entre dos
mundos a la vez cercanos y distantes. El niño de carne y hueso desapareció, sus
padres acabaron enmarcando el de lápiz.
Realmente hermoso. Besicos muchos
ResponderEliminarTriste y hermoso Luisa. Hay que tener cuidado con lo que se desea.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bonito, Luisa. Emociona.
ResponderEliminarAbracicos.
Gracias, guapas!!!!
ResponderEliminarLuisa. Te felicito. Has conseguido un micro que se puede convertir en clásico. Con un lenguaje claro y preciso. Directo pero profundísimo.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Torcuato. Qué piropo más bueno. Gracias
ResponderEliminarEl tiempo pone a cada uno en su sitio. Tierno, triste, fantástico. Un relatazo
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa
Realismo mágico bien narrado. Encantador.
ResponderEliminarGracias!!!! Qué amables!!!!!
ResponderEliminarEn la primera parte, que ya valdría como micro, la ironía de que siempre ansiamos lo que no tenemos. El final, duro y crudo.
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