Cuando la noche cae la ciudad es más oscura. Es el momento
que aprovecho para moverme, mientras escucho como en sordina las amenazas y las
lágrimas, los chantajes y las renuncias, el grito silenciado a tiempo y el
cuerpo que cae, al tiempo que aspiro el aroma acre del miedo, la sangre y la
pólvora. Avanzo en silencio y con cuidado, salgo al encuentro de lo que me
interesa: esos muertos recientes que, mientras sus asesinos se alejan, no han
sido desvalijados aún; que encuentro porque sé esperar y permanecer quieto,
enterrado entre las sombras y ocurra lo que ocurra.
Sin embargo he de darme prisa ya que, siempre y
pisándome los talones, acaban por llegar las manadas de niños hambrientos en
cuyas manos un ciego como yo solo es un juguete extraño al que romper con
novedosas torturas.
(Con este microrrelato llegué a la ronda semifinal del
concurso de microrrelatos de terror Nosferatu,
cuyos ganadores encontrarás y podrás leer en este enlace)
(Proyecto: No me cuentes películas. ¿Te animas a
contar una historia que tenga el mismo título que la película pero que no tenga nada que ver con ella)
Muchas felicidades, el final es de terror. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Una vuelta de tuerca final y... los niños que pueden ser de lo más cruel. Gracias
ResponderEliminarSí que da miedito.
ResponderEliminarMuy buen relato, Luisa.
Un abrazo