Él llegó a la estación de Metro con
el recuerdo del último beso que le había dado su esposa al salir de casa; ella,
bajando ya al suburbano, pensaba en lo difícil y agradable que era salir de la
cama cuando su marido se empeñaba en darle los buenos días.
Solo ellos dos sonreía en el andén a
aquella hora de la mañana y eso hizo que se miraran, se conocieran y enamorasen,
se sintieran culpables y terminasen por separarse, volviendo a coger el coche
para así llorar a solas atrapados en el interminable atasco.
Oooooh :(
ResponderEliminarLos atascas siempre generan esas sensaciones.
ResponderEliminarSaludos,
J.