Supo que era ella, la reconoció por el modo en que empezó a cabalgarle el corazón en el pecho; sin embargo, no pudo salir a su encuentro y decirla que la había querido y esperado desde siempre.
El
personal de la residencia lo encontró en uno de los sillones quieto pero
sonriendo y, aunque no averiguarían nunca a qué se debía ese gesto amable, por
una vez se alegraron por aquel hombre huraño que siempre había estado solo.
Luísa, me ha encantado!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Mi potato ;_;
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