Sufriendo lo indecible por amor no
había conseguido nada. Las cicatrices que le habían dejado los clavos en los
pies y en las manos le dolían ahora, pero de rabia. De nada parecían haber
servido el sacrificio, los apóstoles, la Biblia o la Palabra. ¿Qué tenía que
hacer con los seres humanos?
Y
entonces, mirando para otro lado, decidió olvidarlos.
Hizo muy bien, con nosotros los que decimos ser humanos, no hay quién pueda!!
ResponderEliminarMe ha encantado Luisa, pero eso no es de extrañar!!
Besicos muchos.