A
mí me parecen manchas de rotulador, aunque ella insista en que son las cicatrices
de un intento de suicidio. Sin embargo entiendo que necesita hablar,
desahogarse, ser escuchada; por eso dejo que me mienta y diga lo que le dé la
gana, mientras me aseguro una vez más que las mangas de mi jersey están
perfectamente estiradas y oculten las señales que dibujan en mi piel las
cuchillas con las que fantaseo algunas tardes.
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