Para volver a meterse en el ataúd,
ya tendrá tiempo; ahora lo realmente importante es volver a estar con ella. Sin
embargo pronto descubre que, si ha esquivado la muerte, la descomposición
continúa. Antes de salir del cementerio, ha perdido parte de un pie golpeándose
con una piedra; al explorarse la cara con la mano se le han caído una oreja y
un par de dedos; por eso decide apretar el paso y no mirar atrás. Ahora, frente
a su puerta, es cuando realmente duda: quiere tocar el timbre pero teme que eso
implique perder la mano.
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