El hombre venía y se sentaba siempre
en la misma mesa. Después, tras haberle servido un café solo, comenzaba a
escribir durante horas. Sin embargo, hace un par de días, sus ojos empezaron a
perderse en la ventana y acababa guardando los folios, sin manchas ni huellas.
Ayer me atreví a preguntarle y, encogiéndose de hombros, me comentó que los
personajes habían huido de él y con ellos sus historias. No pude evitar
sonreír, puse un par de vasos entre nosotros, los llené y dije: “yo tengo
algunos en mi cabeza”.
Hoy ya le estoy esperando, sentado
en nuestra mesa.
(microrrelato
para una propuesta de Esta noche te cuento, esta)
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