Mi madre y yo
vivíamos en una casa en cuyas paredes rebotaba el sonido constante de una radio
y la ausencia de padre.
A ella le
gustaban las telenovelas y por eso, y por estar juntos, todas las tardes oíamos
alguna, ella con la costura en las manos y yo jugando con algo.
Después, al
poco de empezar la emisión, llegaban a mis oídos sus suspiros, sus susurros y
hasta las lágrimas, mientras las agujas y los hilos descansaban inertes en su
regazo; sonidos que se mezclaban con el ruido del viento, de la lluvia, de un
caballo, de un beso o de un disparo que yo oía en un segundo plano, que daban a
la insufrible telenovela realismo y magia, y con los que soñaba poder ganarme
la vida en cuanto pasasen algunos años.
Después, y en
este orden, llegó su muerte, Vietnam, el hospital de campaña, la televisión y
esos vídeos musicales que no puedo oír, que miro sin parar y contra los que
peleo con suspiros, susurros y lágrimas, como mi madre hacía, mientras la vida
continúa varada y muda en mi regazo.
(microrrelato
escrito para Esta noche te cuento,
tema: “la radio”)
Me encanta la primera frase.
ResponderEliminarAlgo es algo, jejeje
ResponderEliminarY ahora qué puedo contestar yo??? Gracias???
ResponderEliminarMuchas gracias
Que palabras tan bellas nos brindas, amiga... Plenas de intimismo y emocion...
ResponderEliminarUn abrazo