Navegaba
por la Red
cuando un anuncio llamó su atención: “¿Cree que su matrimonio es aburrido?
¿Quiere cambiar de pareja? Estudiamos su caso sin compromiso alguno.”
Por
la noche, un olor a asado inundaba la casa y una rubia imponente le esperaba en
la cocina. Al día siguiente, aún con una sonrisa en el rostro, decidió comprar
unos flores para sorprenderla pero acabó dando el ramo a una morena muy fogosa
vestida de ejecutiva.
Las
mujeres se fueron sucediendo sin parar, día tras día, diferentes e infinitas.
Una
noche que la fémina de turno quiso que leyesen juntos después de la cena,
buscando entre los libros, cayó a sus pies una vieja foto escondida entre sus
hojas. Era un retrato de su mujer, de la primera, y, al verla, recordó que sólo
con ella había podido compartir recuerdos y manías, que ella era la única que
cuidaba de su colesterol y que le reñía, que junto a ella podía relajarse y
descansar, que únicamente ella era quien quería verle entrar por la puerta de
casa para quedarse y no volver a irse nunca.
Y que hizo al respecto?
ResponderEliminarSaludos.
Imagina.
ResponderEliminarYo personalmente lo veo difícil, difícil. No se puede estar en dos trenes a la vez.
Hay que valorar lo que se tiene, y quizá fijarse menos en eso que llamamos rutina, o cambiarla de vez en cuando.
ResponderEliminarBuen relato, Luisa
Un abrazo
Gracias, Ángel, eres mágico porque estás en todas partes.
ResponderEliminarUn abrazo