Me puse melancólico con la décimo tercera víctima.
Tenía un lunar junto al ombligo, como la primera, y sólo por eso dejé de
descuartizarla.
Miré la cara de la mujer, era la misma, y caí de
rodillas, emocionado y feliz.
El círculo se cerraba y podría volver a empezar
explorando nuevas y estimulantes rutinas.
Es lo que tienen los círculos.
ResponderEliminarBesos.
Que te quedas enganchados en ellos. Afortunadamente es posible "salir por la tangente" pero hay que querer.
ResponderEliminarGracias por las visitas y los comentarios.
Un sentimental, en el fondo, pero demasiado en el fondo.
ResponderEliminarRelato transgresor y valiente.
Un abrazo, Luisa