26 de marzo de 2018

Humana a mi pesar

Una vez sentada en el incómodo transporte colectivo, intento no pensar en el continuo dolor de huesos que me recuerda que estoy vieja y viva. Elevo la vista y observo, el mundo siempre ha despertado mi curiosidad y continúa haciéndolo.
Mis ojos descubren, no demasiado lejos, a un hombre joven, alto, sin un gramo de grasa de más, con un cuerpo elástico y atlético, quizás demasiado perfecto en su normalidad, sin un pelo o un lunar, sin un defecto. Me quedo mirándolo. Sé quién es y de dónde viene, como todos también yo he aprendido a reconocerlos. Hace bastantes años que están aquí, pero me sigue gustando descubrir que no pueden engañarme fácilmente, me gusta sentir que de algún modo aún estoy al acecho. Espero un poco más, sólo un poco, hasta que llega el gesto, ese que lo delata: ese pellizcarse la piel levemente para ajustársela mejor al cuerpo. No puedo evitar en ese momento mirarme las manos, temblonas y arrugadas, llenas de manchas, huesudas y débiles; y pensar que para él, en cambio, su piel será siempre como yo ahora la veo, como lo es para todos esos seres que, llegados de un planeta en llamas, acogimos después de no pocas reticencias y miedos.
Su piel artificial, perfecta, que no acaba de ajustarse a sus cuerpos, que querría para mí, para ser otra y volver a soñar con empezar de cero, y que me recuerda otra vez que: “muy a mi pesar, soy y seguiré siendo humana, sin remedio”.

3 comentarios:

  1. Qué impresionante encontrar un ser de esos!! Y que bien narrado!
    Besicos muchos.

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  2. Me gustó la forma narrativa y el hecho de encontrarse con un extraño ser muy efectivo.
    Saludos.

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  3. ¡Qué bonito! Quisiera tres vidas para leer relatos así

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