Mis órdenes eran claras: hacerla
desaparecer, matarla.
Antes
incluso de internarnos en el bosque, comentó que este siempre le había dado
miedo pero que mi compañía le tranquilizaba, halagándome sin querer como nunca
lo había hecho nadie.
A
lo largo del día sus ocurrencias, sus descubrimientos, su risa y su charla
acabaron por conquistarme; de modo que, al caer la noche, aun cuando con mis
palabras no quería de ningún modo dañarla, le hablé de mis órdenes, de esas que
había decidido no cumplir y que nos obligarían a escapar y a ocultarnos.
Lo
más prudente hubiese sido separarnos, pero ni lo hicimos, ni lo haremos.
Fuimos
un cazador y Blancanieves y ahora, según quien haga las preguntas, somos todo
el uno para el otro o no somos nada.
(microrrelato publicado en la
revista Callejón de las Once Esquinas #5 que ya puedes
leer y disfrutar, ¡gracias!)
Si lo son todo ya no hay más que hablar.
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