Lo miró con atención, comparó unas
aes con las otras, puso el libro de perfil y lo estudió a contraluz, pasó la
yema de los dedos por la superficie lisa con los ojos cerrados y, aunque no
tenía lógica, creyó estar seguro: la parte final de la letra se estaba
despegando y hasta puede que lograse cogerla y tirar de ella. Tras algunos
intentos lo consiguió y, antes de darse cuenta, ya estaba deshaciendo el nudo
argumental y la novela empezaba a formar un montón oscuro y leve junto al sofá.
No, lo cierto es que no lamentaba
haberlo hecho, el libro no era bueno y la historia en ningún momento lo había
atrapado, pero esa pila de hilos de tinta que había que mantener a salvo de las
corrientes de aire, quizás se mereciese una segunda oportunidad, llegar a ser
algo como una ficción, un cuento o, en el peor de los casos, un
nanorrelato.
(microrrelato publicado en la
revista Callejón de las Once Esquinas #7 que ya puedes
leer y disfrutar, ¡gracias!)
Pues no será una novela, pero a mí me ha encantado este microrrelato. Un abrazo.
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