5 de septiembre de 2018

La madeja

            Le pareció que el extremo de la letra a que había en la quinta línea del segundo párrafo, esa a con la que acababa, sobresalía ligeramente de la hoja; como si se le hubiera saltado un punto de tinta y se estuviese descosiendo de la historia.
            Lo miró con atención, comparó unas aes con las otras, puso el libro de perfil y lo estudió a contraluz, pasó la yema de los dedos por la superficie lisa con los ojos cerrados y, aunque no tenía lógica, creyó estar seguro: la parte final de la letra se estaba despegando y hasta puede que lograse cogerla y tirar de ella. Tras algunos intentos lo consiguió y, antes de darse cuenta, ya estaba deshaciendo el nudo argumental y la novela empezaba a formar un montón oscuro y leve junto al sofá.
            No, lo cierto es que no lamentaba haberlo hecho, el libro no era bueno y la historia en ningún momento lo había atrapado, pero esa pila de hilos de tinta que había que mantener a salvo de las corrientes de aire, quizás se mereciese una segunda oportunidad, llegar a ser algo como una ficción, un cuento o, en el peor de los casos, un nanorrelato. 

(microrrelato publicado en la revista Callejón de las Once Esquinas #7 que ya puedes leer y disfrutar, ¡gracias!)


1 comentario:

  1. Pues no será una novela, pero a mí me ha encantado este microrrelato. Un abrazo.

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