No pude encontrar la paz y tampoco tuve el valor de confesar y oírme hablando de aquello. Oculté el pecado a los hombres pero nunca he logrado olvidar que Dios lo vio todo. Y hoy, en esta nota que escribo justo antes del final que busco, no habiendo logrado que ceda el remordimiento, elijo de nuevo el silencio cobarde, como si no hubiesen existido aquellos niños de rostros amoratados con las huellas de mis manos en sus cuellos.
No, nunca sabréis por qué quiero
yacer debajo de, ni uno más ni uno menos,
cinco tulipanes púrpuras.
Mal rollito D:
ResponderEliminar