Con paso lento y
cachava en ristre el Mario se dirigió hacia la Plaza Mayor, dejando la casa
abierta. Al llegar comprobó que su compadre se había adelantado, como hacía
siempre, y había elegido ya el banco en que se sentarían. El Braulio, sintiendo
que su vecino se acercaba, hizo un gesto
a modo de saludo y siguió pendiente de la calma del pueblo. Al rato se decidió
a abrir la boca:
-Las verbenas son lo
mejor.
Porque El Braulio
elegía el banco y el tema, así era y sería. Y oída la frase, el Mario pensó que
su vecino le estaba diciendo entre líneas que quería hablar de la María, la que
fue su mujer y conoció en unas fiestas.
Después solo había que
dejarse llevar por los recuerdos, repasados mil veces, mientras el tiempo
trascurría.
Hacia al final de la
mañana, como cierre, uno de los dos aportaba un dato práctico:
-Mañana, viernes, viene
el de la fruta.
Y el otro asentía.
De este modo, juntos y solos,
los dos últimos habitantes del pueblo se consolaban pensando que así lograban
llenarlo todos los días con un poco de vida.
Lo haces tan bonito, que aunque está cargado de soledad, es admirable.
ResponderEliminarBesicos muchos.
¡Qué bonito!
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