Nos
comimos a unos cuantos vecinos para no defraudar y porque el nuevo domador nos
lo había indicado así ya en el primer ensayo, para aumentar el interés y los
ingresos, eso dijo. Fue después cuando entendimos a quien quería comerse él,
cuando ya famoso, látigo en mano, con los ojos golosos y un anillo de
brillantes inició el imposible acoso y derribo del trapecista, estando como
estaba su novia delante.
Ufff qué caníbales!! Muy bueno Luisa.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Que malos son los celos
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