Las notas salían del metal perfectas pero sin alma; le faltaba vida, desengaños, dolor, haber perdido, haber amado; y repitiendo ese discurso, sin entregarse ni dar nada, había embaucado y utilizado a un buen número de mujeres a lo largo de su vida.
Sin embargo está el tiempo.
Ahora que es viejo y nadie quiere acompañarle ni en el escenario, que se siente desamparado y solo, la balada que toca con los dedos deformados, cuando logra que la tos no le asalte, es la canción más bella que jamás ha llenado los oscuros pasillos de este edificio en ruinas, en el que él ni tan siquiera es dueño de ese mísero catre en el que duerme.
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