Siempre he sabido que a la criada le gusta el escondite tanto como yo ahora lo odio; y es que descubrí al jardinero en el cuarto de la colada, al chofer en mi cuarto de juegos y el anillo de mi padre en el primer cajón del mueble de la entrada.
Cuando ella supo que les había encontrado, insistió en
que fuésemos a pescar y me perdió en el río, desde donde vuelvo a la casa cada
noche; y me temo que nos ha escondido tan bien a todos que no es fácil que se
sepa, por ejemplo, que el jardinero bebió lejía, que el siniestro mecano era un
chofer o que el dedo en el que está ensartado el anillo estaba en el cuerpo de
mi padre hace algún tiempo.
Ahora que la mansión está vacía o, a decir verdad,
llena de muertos, la criada ya no tiene mucha gente con quien jugar; quizás por
eso ha empezado a escribir cartas, en espera del cartero.
Qué fantástico ¡en todos los sentidos!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Cartas a ella misma.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Madre mía, que cosa más siniestra...
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