La pizarra, completamente llena de letras y números, se extendía ante sus ojos como un universo lleno de promesas, mágico. Y ella, sentada en su pequeño pupitre, esperaba que la profesora señalase a aquél que haría el trabajo que tanto deseaban: borrar el encerado.
Un instante se extendió sobre sus cabezas, un segundo eterno que se repetía todas las mañanas antes de que se iniciase la clase, un momento que siempre terminaba cuando aquel dedo poderoso señalaba a alguien, el mismo índice que la eligió a ella aquella mañana de lunes.
Glubs. Menuda vuelta de tuerca.
ResponderEliminarYo en este micro he interpretado el reflejo de los deseos infantiles. Llegar el primero a la cola, el puntito positivo, borrar el encerado...
ResponderEliminarMe gusto.
Pero leo el comentario de Amando y creo que algo se me ha escapado.
Besos, Luisa.
No sé lo que haya podido entender Amando; pero yo hablaba justo de lo que tú estás hablando: cuando yo era pequeña, borrar el encerado era lo más.
ResponderEliminarUn beso a ambos
Pues ahora con esas pizarras digitales... ¿con qué "soñarán" nuestros hijos?
ResponderEliminarPreguntaselo tú que tienes y nos lo cuentas.
ResponderEliminarNo es lo mismo borrar la pizarra que tener que salir a resolver el problema, ¿va por ahí la cosa?
ResponderEliminarYo también estaba deseando que me señalaran para salir a borrar el encerado, era un auténtico honor, ser el "elegido". Yo creo que Amando ha añadido una interpretación sobre abusos, que pudiera ser así entendido el micro cuando se habla con contundencia de "el mismo índice que la elegió aquella mañana" parece tener más un sentido dramático que de victoria. Esa es la magia de la lectura, la libre interpretación. Besos y gracias por traerme a casa los recuerdos
ResponderEliminarTu relato me ha traído recuerdos de aquellos días de clase en los que borrar el encerado o leer en alto eran todo un honor. Un abrazo.
ResponderEliminarCuando padres y alumnos respetaban a los profesores..........qué tiempos: el uniforme, el pupitre, las tizas cuadradas que manchaban, poner después de borrar el día y la fecha,... Y después el recreo, pero eso es otra historia.
ResponderEliminarUn beso nostálgico, mucho.
Borrar el pizarrón, qué bonito recuerdo. Sí que era todo un honor ser el elegido.
ResponderEliminarMe has acrcado recuerdos muy agradables Luisa, gracias.
Un beso.
Joer, nunca pensé que fuer un privilegio... Perdón por el comentario, pero es que yo salía todos los días al encerado. Mi profe de matemáticas... era mi padre, y para que el resto de los niños no pensaran que tenía algún privilegio me cogía de conejillo de indias para que resolviera los ejercicios en los que tuvieran dudas el resto de mis compañeros.
ResponderEliminarQue infancia más dura: ¡ay! Jejeje.
Despertar la nostalgia es un buen arma en los micros (apúntalo, Luisa para lo que tu y yo sabemos).
Yo, en cambio, sabía formulación química mejor que el profe de Instituto (cosas de familia) y un día me sacó para ridiculizarme. Como no lo conseguía, me preguntó para acabar: ¿Cuál era la fórmula del agua?
ResponderEliminarY ahí, todos supimos que él había perdido y yo ganado cuando dije: "H2O"
A mi me gustaba más sacudir el borrador contra el asiento de la silla justo antes de la clase de religión con el padre Güemes...
ResponderEliminarLo que más me gusta de este micro son varias cosas, primero que hace de borrar un encerado una acto mágico, has puesto tanta fuerza en el dedo que señala que me he imaginado a alguien realmente feliz por salir a borrar. Lo segundo que más me gusta es que todos hemos recordado ese maravilloso momento de salir a borrar el encerado, momento sencillo donde los haya (pensando en hoy) y que nos despierta tantas sensaciones casi perdidas.
ResponderEliminarChapó
Abrazos