Lo descubrimos hace un par de días, cuando la pelota
se nos escapó, Juan quiso recuperarla y le pidió disculpas porque le había dado
en la pierna. Desde entonces, cada tarde y antes de empezar a jugar, le echamos
una ojeada y comentamos entre susurros lo raro y curioso que nos resulta ese
señor, siempre sentado en más o menos la misma postura.
Juan cree que es como todos, solo que se va cuando
llega la noche y nosotros ya estamos en nuestras casas, con la cena; dice que
cree que está algo más gordo desde aquel día que le vio de cerca. Isa, por su
parte, cada vez con menos disimulo, arruga la nariz y hace muecas; afirma que
es un guarro y que ella no se le acercará mientras no se lave ni tan siquiera
para recuperar la pelota. Yo, por mi parte, no tengo claro qué pensar, solo sé
que no me gustan las moscas.
(microrrelato publicado en el número 11 de
Plesiosaurio, en el volumen 3, en la Antología de minificción española e
iberoamericana en redes; sí, son tres volúmenes, y os dejo el enlace para que lo descarguéis y disfrutéis con
calma)
Es muy bueno Luisa. Recordando la peli, todo encaja y se ajusta bien. Me ha gustado mucho, pero eso como siempre te digo, ¡no es nuevo!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
A este paso no recuperarán la pelota.
ResponderEliminarinteresante relato, Luisa.
Un abrazo