Constituidas
por una mezcla de material finamente granulado, como es el fango, y una
proporción muy estudiada de mentiras y agua, las verdades que quiso que me
creyera, con todo el aspecto de fuerza y solidez con las que las pudo dotar,
acabaron por atraparme. Y ahora, a punto
de ahogarme en ellas, le miro una vez más, suplicante, buscando su mano, para
comprobar que no me va a ayudar, que ha decidido que la verdad, su única
verdad, esté aquí y ahora, para ahogarme en este último instante.
Consciente de que revolverme o
protestar solo aumentará mi dolor, le miro de nuevo y compruebo que nunca sabré
el por qué, que solo encontraré su silencio estéril y su mirada helada,
aplastándome, empujándome, siempre un poco más al fondo.
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