En cuanto sentimos la más leve vibración bajo los
cuerpos, corremos hacia nuestros puestos, intentado no estorbar a aquellas que
han de ocupar los que por lógica serán inspeccionados antes. Puede que ustedes
no se hayan parado a pensarlo pero, sí, cuando no miran, practicamos sin
descanso; solo así, incluso teniendo que achicar los ojos por la luz o habiendo
perdido el cielo al que estamos acostumbrados, podemos asegurar que nuestra
respuesta es la pactada. Y es que el más pequeño error solo podemos verlo como
un fracaso. Tanto es así que, incluso cuando ustedes están delante, cuando no
debemos movernos, inspeccionamos de reojo nuestras filas buscando
responder a las preguntas que siempre
nos están atormentando: ¿estamos todas en posición?, ¿hay alguna errata?, y si
la hay, ¿están leyendo ya el libro, lo están ojeando, disponemos de otra oportunidad
para mejorar el resultado?
No, lograr que formen los millones de letras de un
libro de tamaño medio, aunque este sea de microrrelatos, no es tarea fácil;
pero es nuestro trabajo.
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